Al plantearnos cómo cuidar el medio ambiente, la agricultura de conservación sale a la luz para ofrecernos respuestas y soluciones. Tres aspectos convierten a esta agricultura en la preservadora del medio ambiente:
- Trabajar el suelo lo mínimo posible.
- La cobertura del suelo con los residuos del cultivo anterior o con abonos verdes
- La rotación de cultivos con el fin de evitar la diseminación de maleza, plagas y enfermedades.
Los tres ejes de la agricultura de conservación
Como hemos mencionado anteriormente, la agricultura de conservación se basa en tres principios. Tres ejes que se adaptan para ser reflejo de las necesidades y condiciones locales. Ahondamos en ellos:
1. Cultivo sin laboreo: esto es sinónimo de la mínima alteración del suelo a través del depósito directo de las semillas y los fertilizantes.
2. Cobertura orgánica del suelo: se realiza con cultivos de cobertura o residuos de cultivos. La existencia de una capa de vegetación protege de las malas hierbas, preserva el suelo de los fenómenos meteorológicos, ayuda a mantener su humedad y evita que se compacte.
3. Diversificación de las especies: se concreta en la rotación de cultivos que, bien ideada, fomenta la buena estructura del suelo, y promueve la proliferación de una fauna y flora edáfica que colabora en el ciclo de los elementos nutritivos. Además, ayuda a prevenir las plagas y las enfermedades.
Los agricultores hacen frente al cambio climático
Ante los desafíos que plantea el cambio climático y el cuestionamiento de cómo cuidar el medio ambiente, diversos expertos de organizaciones internacionales defienden que plantar árboles y diversificar los cultivos se perfilan como dos prácticas que ayudan a los agricultores. ¿Con qué objetivo? Hacer frente a la transformación que asola y arrasa la naturaleza debido al cambio climático.
Decálogo de buenas prácticas ante el cambio climático
La crisis climática ha conducido a la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) a publicar un estudio que recoge diez ejemplos de agricultura de conservación.
Entre estas acciones para promover una agricultura más cuidadosa con el medio ambiente, sobresalen un sistema agroforestal que se despliega en el Corredor Seco centroamericano y la “Gran Muralla Verde”, cuyo objetivo es eludir, con más árboles, la desertificación en el Sahel africano.
A estos proyectos se suman las mínimas emisiones contaminantes de un sistema que produce mejillones en Chile, la conjugación de plantaciones de coco y otros cultivos con el propósito de recuperar las tierras en Filipinas y una clase de “jardines flotantes” en Bangladesh.
Investigaciones para afrontar el cambio en el clima
Un informe del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y el Banco Mundial examinó 1700 prácticas agropecuarias sostenibles para la adaptación del clima. En este sentido, se espera la adaptación al clima de 33 países.
Así, el silvopastoreo es considerado como uno de los métodos “más inteligentes” en América Latina, junto con los cultivos intercalados en África y el aprovechamiento del biogás en Asia.
Las principales tecnologías que identificó este estudio son aquellas orientadas al manejo del agua, a la tolerancia de los cultivos frente al estrés, a los cultivos intercalados, a la fertilización orgánica y el control de plagas, y a la agricultura de conservación.
Cómo cuidar el medio ambiente: las ventajas de la agricultura de conservación
Ante el empobrecimiento de los suelos que conlleva la práctica agrícola intensiva y que pone en peligro la futura producción en estas zonas, germina la agricultura de conservación. Una práctica que presenta las siguientes ventajas:
1. Práctica sostenible: el sistema de producción se basa en la sostenibilidad. No solo conserva los recursos naturales, sino que también los mejora con el incremento de la fauna y la flora en los sistemas de producción agrícola.
2. Una biodiversidad mejorada: debido a que la agricultura de conservación depende de los desarrollos biológicos para su funcionamiento, se mejora la biodiversidad tanto a pequeña como a gran escala.
3. Parada de las emisiones de carbono: los campos que no se labran trabajan como sumideros de CO2. En este sentido, la agricultura de conservación podría contribuir, a escala global, al control de la contaminación del aire, en general y del calentamiento del planeta, en particular. La FAO propone que los agricultores que apliquen esta práctica sean recompensados.
4. Ahorro en tiempo y mano de obra: de entre todas las prácticas agrícolas, la labranza supone un mayor consumo energético y, por ende, la agricultura mecanizada, es la que más contamina el aire. Al no labrar la tierra, los agricultores pueden ahorrarse entre un 30 y un 40 % de tiempo y mano de obra y, en el caso de la agricultura mecanizada, en combustible fósil.
5. Mejor salud del suelo: los suelos que están sometidos a la agricultura de conservación acogen capacidades elevadas de infiltración de agua. Este hecho disminuye de manera considerable la escorrentía superficial y, por consiguiente, la erosión del suelo.
6. Incremento del rendimiento: la agricultura de conservación no implica, ni mucho menos, una baja producción. Todo lo contrario, posibilita una producción comparable con la de la agricultura intensiva moderna, pero de manera sostenible.
7. Disminución de costes: la agricultura de conservación es atractiva por la reducción de los costes de producción, así como de la mano de obra y del tiempo.
Los beneficios de las leguminosas para el medio ambiente
En este contexto, los cultivos de leguminosas se perfilan como esenciales tal y como señala la FAO. Así, las leguminosas, además de ser beneficiosas para el consumo humano, ayudan a la subsistencia de los agricultores y gozan de un impacto de índole positiva para el medio ambiente.
¿Quieres saber por qué los frijoles, las lentejas o la soja desempeñan un papel esencial en un futuro sostenible? ¿Cómo cuidar el medio ambiente gracias a las leguminosas? Te lo revelamos:
1. Las leguminosas contribuyen a la mitigación y adaptación al cambio climático: estas son inteligentes para el clima, pues se adaptan simultáneamente al cambio del clima y cooperan para mitigar sus efectos. ¿Sabes qué implica su introducción en la agricultura? Hay leguminosas, como es el caso del guandú, el bambara y las lentejas, que son resistentes a la sequía. Estas legumbres se pueden cultivar en terrenos áridos.
2. Promoción de la biodiversidad: las leguminosas aportan nitrógeno al suelo lo que implica un aumento de la biodiversidad. La diversidad genética de este tipo de cultivos es vital para el manejo de suelos y parásitos, en especial, para los pequeños agricultores.
3. Fijadoras de nitrógeno: esta cualidad mejora la fertilidad del suelo lo cual implica que aumente y se alargue la productividad de las tierras agrícolas.
5. Variedades adaptadas al cambio climático: el amplio abanico genético de leguminosas permite optar por variedades adaptadas al cambio climático.
6. Reducción de la huella de carbono: al implantar una menor huella de carbono, las legumbres disminuyen de forma indirecta las emisiones de gases de efecto invernadero.
En definitiva, al plantearnos cómo cuidar al medio ambiente hemos de profundizar en los beneficios de la agricultura de conservación. En este ámbito, las leguminosas juegan un papel determinante para luchar contra el cambio climático.